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Neil Armstrong: «El clima lunar es bueno, 130ºc en el día y -110 ºc en la noche.»

Bromeó el primer hombre que pisó la superficie selenita.
«EL CLIMA LUNAR ES BUENO: 130ºC EN EL DÍA Y -110ºC EN LA NOCHE.»
Por Hugo Camus Palacios.

En una visita histórica realizada a Chile el 15 de marzo del año 2000, comentó que el polvoriento terreno lunar es «un lugar muy interesante y hasta místico».

Hace casi 31 años, Neil Armstrong, junto a Edwin «Buzz» Aldrin y Michael Collins llegaron a la Luna en el más extraordinario esfuerzo tecnológico realizado por el ser humano.

Neil Armstrong nunca más volvió a ser el mismo desde que puso sus pies sobre la superficie de nuestro satélite natural. Fue uno de los 12 hombres que hasta ahora ha sentido la extrañeza, el misterio y hasta un temor disimulado al enfrentarse a un mundo a cientos de miles de kilómetros de la Tierra en el cual se percibe la soledad y el silencio, y se mezclan la sorpresa y la admiración de un paisaje que recoge.

Brevemente, en una visita histórica realizada a Chile, en el mes de marzo del año 2000, comentó ante centenares de privilegiados asistentes a CasaPiedra, que el polvoriento terreno lunar es «un lugar muy interesante y hasta místico».

Sus ojos, hace casi 31 años, observaron que el cielo, en ese cuerpo ubicado a unos 380 mil kilómetros de distancia de la Tierra, es de un obscuro casi absoluto, incluso al mediodía, cuando la superficie permanece levemente iluminada: «Es muy parecido a lo que se ve desde lejos en un estadio en un partido de fútbol», apuntó el pionero.

El día en la Luna dura dos semanas y la obscuridad el mismo período: «Es decir a uno le cuesta mucho adaptarse a este tipo de ritmos, desde el ocaso hasta la salida del Sol son más o menos 300 horas. Hay que esperar bastante tiempo entre desayuno y almuerzo», comentó sonriendo con un gran sentido del humor.

«El clima lunar es bueno -añadió medio en broma medio en serio. La temperatura es de 130 grados celcius en el día y -110 grados celcius a medianoche. El promedio es… bastante agradable», indicó ante aplausos cerrados de quienes asistieron a su conferencia «El Legado del Apollo XI y su significado hoy», dictada en el Centro de Eventos de CasaPiedra, en Santiago.

Rememorando su espectacular experiencia, relató que la Luna es tan extrañamente atrayente que a pesar de que no hay viento, niebla, lluvia ni nieve, igual existe algo difícil de explicar y que se siente, se instuye, pero no se ve.

La Tierra, vista en el horizonte lunar, tal como la vieron quienes visitaron el satélite natural.

En ese mundo, con condiciones tan adversas, se nota más acentuadamente que el ser humano no es tan fuerte ni tan rápido y que para sobrevivir allí es necesario contar con un traje especial que recree las condiciones de humedad, temperatura, oxígeno y presión atmosférica: «Si uno se cae en la Tierra se vuelve a parar, pero si uno se cae allá y se perfora el traje, lo más probable es que recibirá un buen y solemne funeral», apuntó.

La memoria guarda imágenes vívidas del paisaje y de las sensaciones de haber estado en otro mundo: Armstrong nunca olvidará la espectacular y maravillosa vista del planeta azul flotando en el espacio como una gran esfera que permanece todo el tiempo en el mismo lugar del firmamento: «En el día es posible observar la silueta del continente americano y en la noche Asia», afirmó», el astronauta retirado.

Computadores del Apollo XI

Armstrong, en un poco más de una hora de conferencia, a la que asistió la nata del conocimiento y las ciencias chilenas, relató parte de la historia tecnológica y computacional que se escribió durante los tres días que demoró el Apollo XI en cubrir el viaje entre la Tierra y la Luna.

Parte de ese relato, escuchado en un respetuoso silencio por una multitud de entusiastas, surgió espontáneamente y con una naturalidad asombrosa, como si el tema tratado formara parte de la historia cotidiana de cada día.

«Los computadores del Apollo – señaló Armstrong- estaban transfiriendo y procesando información a una velocidad mucho muy rápida, casi como el pensamiento humano. El computador en la nave era muy avanzado en comparación con el usado en la cápsula Geminis, pero aún así, de acuerdo a los estándares actuales, muy primitivo. Diseñado en el Instituto de Tecnología de Massachusetts era el precursor del actual microcomputador. Pesaba más o menos 32 kilos; era una máquina de 16 bits con 36 kilos de memoria ram y 2 kilos de memoria reutilizable. Tenía un ciclo de más o menos 12 microsegundos. Incluso en sus mejores días no podía acercarse ni siquiera a un megahertz.

«Teníamos 19 teclas en el teclado y 3 registradores de 7 dígitos para la salida. Dos dígitos de identificación y cinco para datos. Ahora, si todo seguía siendo números, no había letras, no había gráfica, no había pantalla donde visualizar los datos. No había sonido. ¡Puchas, lo que hubiésemos pagado por tener la oportunidad de usar un computador como el que hoy puedo manejar en este lanzamiento!», exclamó refiriéndose al lanzamiento del programa de Microsoft Window 2000, al que asistió como invitado especial.

Refiriéndose a uno de los modernos computadores instalados en la sala, Armstrong comentó: «Esta máquina podría contener varias aplicaciones, podría desplegar información para la tripulación o directamente al piloto automático, enviando comandos directos a los propulsores o a los sistemas de control de propulsión. Habría sido una maravilla contar con uno de estos «.

Por el precio de una vaca…

Continuando con su exposición, Armstrong, comentó que casi nadie habría predicho que en la actualidad «pudiésemos adquirir más poder por menos del precio por el cual se puede comprar una vaca. Bueno, esto hace reflexionar respecto a cuánto tiempo pasará antes de que la tecnología actual se considere primitiva».

El hombre conquista la Luna.

Relató que cuando se habla por teléfono, usando un satélite de órbita baja, normalmente no se detecta ningún pequeño desface en las comunicaciones y que sólo cuando alguien llama desde un satélite geosincrónico genera un tiempo de silencio en las respuestas al otro lado de la radio bastante notorio, pero aceptable.

«Las señales de radio desde la Luna demoran más o menos 1,3 segundos en viajar y luego un poco más el tiempo de tránsito en todo el globo terrestre. Entonces los desfases son bastantes notorios y las conversaciones se interrumpen «, explicó.

Entre todas las preocupaciones de maniobras, comunicaciones, cálculo de combustible, registro de datos, recolección de material lunar, instalación de equipos de medición en la superficie selenita, también inquitaba la amenaza de meteoritos : » Había mucho interés sobre la posibilidad de colisiones celestiales. Nuestra Luna, normalmente, muestra evidencias que esas colisiones se han producido en el pasado distante. En la Tierra tenemos restos de cráteres y colisiones muy antiguos», apuntó haciendo referencia al riesgo que corría la tripulación de pioneros.

La demora de las ondas de radio

«El año pasado (1999), un asteroide previamente desconocido, el 1999 AN 10 fue descubierto. Lo más sorprendente es que los primeros cálculos indicaron que iba a acercarse a la Tierra el año 2027. Tiene más o menos un kilómetro de diámetro y, bueno, creo que definitivamente no va a colisionar con la Tierra ese año. Pero aún así es tremendamente claro que todavía no sabemos lo que necesitamos realmente para alejar el peligro de estos intrusos. Este asteroide se llama Ida y tiene su propia luna. Ida tiene 30 kilómetros de longitud y tiene casi el mismo tamaño que la órbita terrestre del asteroide Eros».

Mirando a la gente, sacándose por un momento los lentes y bebiendo un sorbo de agua, continuó : «Se han dado cuenta que hace un par de meses la nave Ears entró en órbita y sus transmisiones demoraron 20 minutos en volver a la Tierra.

Los mensajes de Galileo, que está orbitando, entiendo Júpiter, demoran un par de horas y los mensajes que provienen de los demás planetas demoran entre cuatro y seis horas en llegar a la Tierra. Entonces, el control remoto de la Tierra de estos exploradores no tripulados requiere muchísima anticipación y planificación. Supongamos que esta semana se han detectado señales radiales cósmicas que fueron claramente transmitidas en forma inteligente o deliberadamente desde un planeta que orbita una estrella distante. Deberíamos diseñar un programa para establecer un contacto con esta sociedad remota.

Nuestro mensaje, cuidadosamente compuesto, demoraría más o menos un siglo en cubrir la distancia y la respuesta, un tiempo similar.

Si recibiésemos respuesta, prácticamente no nos acordaríamos de cual fue la pregunta. En realidad ese gran desfase de tiempo sería sólo comparabale a la brecha existente entre hoy y la época en que Bernardo O’Higgins desempeñaba sus labores de Director Supremo en Chile, y …quizás un poco más.

El mensaje de otra galaxia tomaría 200 mil años, un tiempo 40 veces más prolongado que la historia de la civilización humana. Esta dificultad de comunicación con nosotros y otras sociedades cósmicas, si es que existen, es lo que se ha denominado la regulación de la cuarentena de Dios.

Desarrollo del transporte espacial

«Durante los próximos siglos podría verse el desarrollo del transporte espacial que permita viajar a otros planetas, con velocidades desde 8 kilómetros hasta 800 kilómetros por segundo. Aun así, un viaje a la estrella más cercana Alfa Centauri demoraría 16 siglos. Bueno, la alternativa de ejecutar un viaje como ese es impensable. El viaje de una semana a la Luna requirió una década de planificación y preparación. Consideremos el desafío de un viaje ida y vuelta a Alfa Centauri con una duración de 70 generaciones. La nave necesitaría la capacidad de soportar completa e independientemente a su tripulación, entregarles ambiente, alimentos y una ecología totalmente cerrada, por decirlo así, libre de desechos y un marco sociológico que pudiese permitir a esa tripulación, con sus diversas habilidades, convivir y operar esa nave con un propósito común.

Nacerían nuevos seres, prácticamente se entregaría esta misión de padre a hijo y las aspiraciones de los exploradores originales serían compartidas por sus bisnietos de la 23 y 67 generación. Por supuesto, ustedes saben, que estamos en un viaje de ese tipo y nuestra nave es la Tierra. Orbita al Sol a 50 mil kilómetros por segundo. En promedio estamos viajando a una velocidad aproximada a los 70 mil kilómetros por hora en la dirección de la Constelación Hércules con algún destino desconocido.

Cada década cambiamos nuestra posición en la Vía Láctea en más de 500 millones de kilómetros. Estamos entrando en un sector denso de la Vía Láctea y gran parte del próximo milenio vamos a pasar en este sector de la Vía Láctea. No tenemos la menor idea de cómo podría afectar a la Tierra. ¿Alguno de ustedes ha escuchado la analogía entre la Tierra y una nave anteriormente? Sin duda el concepto fue acuñado hace mucho tiempo.

La primera imagen que tuve de la Tierra, desde el Apollo, de alguna forma fue esa. ¡Pensar que la Tierra es un oasis en la oscuridad del espacio!. Entonces, mis queridos compañeros de tripulación. Compañeros en este viaje, en esta nave que es la Tierra, viajamos por la vida. El gran viaje en que nos hemos embarcado, pero como miembros de esta tripulación tenemos una obligación enorme con nuestros compañeros y pasajeros. Los desafíos del próximo milenio son ser más inteligentes, más conscientes y más responsables. Entonces, les deseo el mejor de los viajes. Muchas gracias».

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