Confinamiento, coronavirus y exploración espacial
Cuarentena y confinación son parte de las similitudes existentes entre la pandemia de coronavirus que afecta al planeta y los viajes prolongados al espacio exterior.
Millones de personas en Chile y en el planeta siguen voluntaria u obligadamente cuarentena en sus hogares. Esta situación ha creado presiones ambientales y sicológicas, en espacios confinados en departamentos y casas habitación.
Convivir varias personas en esos espacios puede llegar a crear tensiones o conflictos que se enfrentan con conocimiento de la situación, voluntad, generosidad, templanza, disciplina, programa de actividades y orden.
Durante décadas equipos de las agencias espaciales de los Estados Unidos, la ex Unión Soviética, Japón, Europa, India y China estudian el comportamiento humano en ambientes reducidos para proyectar los viajes al espacio, la Luna, Marte y más allá.
Aislamiento
La situación de aislamiento en el hogar ha llevado a ordenar tareas cotidianas, determinar responsables, quién lava, quién cocina, quién limpia, quién compra víveres, estableciendo espacios dedicados a ciertas tareas y al cumplimiento de horas de trabajo profesional para quienes desarrollan esas labores a distancia.
Guardando ciertas e importantes diferencias, las misiones al espacio exterior incluyen meses de entrenamiento y programación de tareas domésticas, alimentación, baño, trabajo científico, mantención de sistemas y navegación, entre otras, que deben cumplirse estricta y cotidianamente de principio a fin del viaje.
Para ello, los equipos de apoyo a la misión trabajan incansablemente programando y cuidando hasta los últimos detalles, desde la hora de levantarse, descansar, laborar y dormir.
Desde la década de los setenta, investigadores y astronautas estudian y experimentan los efectos que produce la ausencia de gravedad, los riesgos que representa convivir en espacios reducidos en pequeñas cápsulas y estaciones espaciales.
Valery Poliyakov, cosmonauta ruso, ha reunido mucha experiencia en ese sentido, tras viajar a la estación espacial Mir a bordo de la Soyuz TM18 el 8 de enero de 1994 y aterrizar en la Soyuz TM20 el 22 de marzo de 1995 tras 437 días 17 horas 58 minutos y 16 segundos.
Otro que mucho sabe de vivir en espacios confinados es el cosmonauta Gennady Padalka, quien posee el récord absoluto de permanencia en el espacio con un total de 879 días viviendo en la antigua Estación Espacial MIR y en la Estación Espacial Internacional.
Riesgos del confinamiento
La Administración Nacional para la Aeronáutica y el Espacio, NASA, de Estados Unidos identificó cinco importantes riesgos y desafíos que enfrenta la exploración, entre ellos el aislamiento y confinamiento de las tripulaciones.
Se sabe que los astronautas seleccionados para esos viajes pasan por rigurosos exámenes y pruebas y, además, por un fuerte entrenamiento que les enseña a superar problemas de comportamiento y tolerancia, e identificar señales de inicio o detonación de conductas agresivas o riesgosas.
Eso, fuera de la cuarentena que deben observar durante dos semanas antes de la misión para evitar llevar personas enfermas al espacio.
Trastornos del sueño, sobrecarga de trabajo y enfermedades, en un espacio reducido, pueden también llegar a poner en riesgo una misión -por ejemplo a Marte que dura ida y regreso dos años- e incluso potencialmente la vida de los miembros de la tripulación.
Radiación
Al anterior se su suma el peligro de la radiación espacial que es al ojo humano, un elemento que es capaz de matar a una persona
La exposición a la radiación aumenta el riesgo de cáncer, daña el sistema nervioso central, puede alterar la función cognitiva, reducir la función motora y provocar cambios en el comportamiento.
Para mitigar este peligro, los vehículos del espacio profundo tendrán un escudo protector significativo, dosimetría y alertas. También se están realizando investigaciones en el campo de las contramedidas médicas, como los productos farmacéuticos, para ayudar a defenderse contra la radiación.
Distancia y gravedad
El tercer peligro y quizás más aparente es, simplemente, la distancia. Por ejemplo, Marte está, en promedio, a 225 millones de kilómetros de la Tierra. En lugar de un viaje lunar de tres días, los astronautas abandonarían nuestro planeta durante aproximadamente tres años.
Si alguien se enferma o se produce una emergencia en ese viaje no se puede dar la vuelta y llegar en horas nuevamente a nuestro hogar. Una vez que se encienden los motores de una nave espacial para Marte, no hay vuelta atrás ni reabastecimiento.
La planificación y la autosuficiencia – que aplica para la cuarentena que sufrimos en la actualidad- son también claves esenciales para una misión marciana exitosa.
En Marte, por ejemplo, los astronautas tendrían que vivir y trabajar en tres octavos de la atracción gravitacional de la Tierra hasta por dos años y sin poder salir a respirar aire puro.
En el viaje de ida y regreso experimentarán una ingravidez total. Eso, fuera del peligro en el retorno a la Tierra en que los músculos, los huesos y el sistema cardiovascular se han visto afectados durante por lo menos tres años.
Ambiente hostil
Las tripulaciones estarán privadas de respirar hondo y pausado el aire fresco de una mañana primaveral, mirando el horizonte de una salida o puesta de sol y menos de un cielo adornado de nubes y color azul.
Su horizonte será el espacio interminable y obscuro. La iluminación que tendrán será una mezcla de luz artificial y solar. No podrán escuchar el ruido del viento ni de la lluvia, a menos que las computadoras de abordo puedan recrearlos cada cierto tiempo.
Los microorganismos que viven naturalmente y portan las personas se transfieren más fácilmente en un entorno cerrado. De ahí los permanentes controles médicos de orina y sangre que pueden revelar información valiosa sobre posibles factores estresantes.
Confinamiento y cuarentena representan similitudes entre la vida en pandemia en la Tierra y los viajes espaciales.
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