Por Hugo Camus Palacios
Fue la cara visible en Chile de la exploración espacial y de hechos tan sorprendentes protagonizados por un puñado de astronautas norteamericanos y rusos que luchaban, desde el año 1957, por lograr la primacía en el cosmos como signo y resultados de la perfección de sociedades tan diferentes como el capitalismo y el comunismo.
Menudo, de voz gruesa y bien afinada, ingeniero eléctrico de la Universidad Federico Santa María, chispeante y de buen humor, Eduardo Díaz Araya, quien fuera el director, desde al año 1978 hasta el 12 de agosto de 2003, del Centro de Estudios Espaciales de la Universidad de Chile, es el hombre que motivó, informó y entusiasmó al chileno común y corriente con los lejanos y espectaculares vuelos espaciales de la década de los sesenta que entonces y, curiosamente, después de 40 años, siguen siendo tan inalcanzables para los chilenos.
Díaz, casado tres hijos y siete nietos, fue la cara visible en Chile de la exploración espacial y de hechos tan sorprendentes protagonizados por un puñado de astronautas norteamericanos y rusos que luchaban, desde el año 1957, por lograr la primacía en el cosmos como signo y resultados de la perfección de sociedades tan diferentes como el capitalismo y el comunismo.
La competencia política entre ambas potencias favoreció el desarrollo de la carrera espacial parte de la cual, los chilenos empezaron a conocer con los programas en vivo sobre las misiones Geminis y Apollo que presentó en los sesenta y setenta el popular programa televisivo Sábados Gigantes conducido por Mario Kreutzberger, Don Francisco.
Fue en esos programas en los que Eduardo Díaz se hizo conocido por la opinión pública nacional, explicando y traduciendo las transmisiones, vía satélite, de los programas tripulados a la Luna.
Fue la estrella de esas transmisiones y también el motivador de muchas vocaciones juveniles por las ciencias, la medicina y el trabajo científico.
Con humildad asiente su presencia en esos programas y recuerda los inicios de la Estación Rastreadora de Satélites en Antofagasta y Peldehue: «Egresé de la universidad en 1960 y al año siguiente estaba trabajando en la estación de Antofagasta que había instalado la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio, NASA».
Redes de información satelital
Tras unos años de trabajo, este hincha del Club Deportivo de la Universidad de Chile fue trasladado a Peldehue en donde comenzó a destacarse en su disciplina hasta que en 1972, la NASA retiró a su personal del país, quedando las instalaciones a cargo de la Universidad de Chile. En 1978 asumió la dirección del Centro de Estudios Espaciales.
Desde los años sesenta hasta hoy, el Centro que dirigía ha apoyado a más de tres centenares de misiones tripuladas y no tripuladas algunas del Apollo, Apollo-Soyuz y los transbordadores espaciales norteamericanos.
Varias generaciones de electrónicos y expertos en rastreo y recepción de datos satelitales han salido de sus instalaciones para pasar a formar parte de consolidados grupos de ingenieros y proyectos en Brasil, Canadá, Australia y los Estados Unidos.
Entre los aciertos y las contribuciones que ha hecho Díaz y su personal al desarrollo del país figuran el establecimiento de la primera red satelital de información, Bitnet, instalada en Sudamérica en el año 1987; la formación de profesionales especialistas en procesamiento de información e imágenes satelitales; construcción de la primera Estación de Búsqueda y Salvamento de aviones siniestrados en 1986 y construcciones de plataformas automáticas de almacenamiento y transmisiones satelitales y sistemas de lecturas de imágenes satelíticas, entre otras.
Camping y tertulias
Cuarenta años de trabajo, creación e ingenio en el diseño de sistemas nacionales de recepción y operaciones satelitales han hecho de Eduardo Díaz, el ingeniero electrónico más conocido en Chile; en los Centros Espaciales de la NASA; en la Agencia Europea; la japonesa Nasda; la China; la rusa y en los centros mundiales dedicados a la ciencia espacial.
Como si nada, en sus agitadas jornadas de trabajo lo llama Adriana Ocampo del cuartel general de la NASA en Washington, Sergio Camacho-Lara de la Oficina para Asuntos del Espacio Exterior de las Naciones Unidas, con sede en Viena, o bien el astronauta norteamericano de una de las misiones Apollo, John Young.
Los momentos de descanso los dedica a ver televisión o a leer libros de ciencia ficción de Ray Bradbury y Arthur Clarke: «Son geniales», opinó.
Tiene alma de explorador y sus vacaciones las dedica enteramente a salir de camping a los lagos del sur, al campo o a la carretera austral: «No hay nada más gratificante que tener contacto con la naturaleza. Me gusta el aire libre, los lagos y la vida del camping, aunque nunca me preocupo de preparar la comida. Eso no es para mí. Prefiero que otros preparen los asados bien regados», confesó sonriendo.
Su hoby es la construcción de un microsatélite en conjunto con un grupo de radioaficionados, quienes esperan terminar la fabricación en los próximos meses para luego buscar la oportunidad de lanzarlo. César 1 se llama el proyecto.
En lo hogareño, reconoce haber vuelto a practicar las tertulias, las reuniones con la familia que siempre tuvo cuando vivía con sus padres: «Después de tantos años nos reunimos con mi hermana, mi cuñado y la familia. ¡Puchas, lo pasamos rebien ! Alguien toca la guitarra, cantamos esa viejas melodías y conversamos en un ambiente reentretenido», comentó este ingeniero, poseedor de una experiencia y trabajo en misiones y rastreo de satélites que nadie más ostenta en Chile.
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