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La Luna, la primera frontera

Charlie Duke (Apollo 16), Buzz Aldrin (Apollo 11), Walter Cunningham (Apollo 7), Al Worden (Apollo 15), Rusty Schweickart (Apollo 9), Harrison Schmitt (Apollo 17), Michael Collins (Apollo 11) and Fred Haise (Apollo 13) . fotografía tomada en el mes de marzo de este año. ( Felix Kunze/The Explorers Club)

50 AÑOS DEL VUELO DEL APOLO XI.

El descubrimiento de América, el 12 de octubre de 1492, fue uno de los acontecimientos que marcaron la historia de la humanidad y que perdurará para siempre, pues condujo al hallazgo de un “nuevo mundo” con culturas hasta entonces desconocidas.

El viaje a la Luna, inmortalizado por Neil Armstrong y Edwin “Buzz” Aldrin el 20 de julio de 1969 edificó otro hito de la humanidad que impulsó la Era de la Exploración Espacial, comparable en trascendencia al aventurero viaje de Cristóbal Colón.
Según los numerosos artículos escritos por historiadores espaciales, como Roger D. Launius, más de 400 mil personas participaron en el proyecto Apolo que finalizó con seis misiones y 12 hombres recorriendo parte del paisaje lunar entre los años 1969 y 1972.

Fue un esfuerzo descomunal iniciado gracias a la voluntad política del Presidente John Kennedy, quien el 25 de mayo de 1961, hablando en el Congreso, en Washington DC, anunció que Estados Unidos podría enviar un astronauta a la Luna antes de que finalizara esa década.

Fue una decisión que puede entenderse dentro del escenario de la “Guerra Fría” que marcó las relaciones entre las dos grandes potencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, desde 1947 hasta 1991.

La competencia por demostrar el éxito de ambos sistemas llegó también a la esfera de las ciencias y la tecnología, motivando el nacimiento de la llamada carrera espacial que desde el año 1957 y hasta 1963 fue liderada por los soviéticos.

La puesta en órbita del primer satélite, Sputnik 1, el 4 de octubre de 1957; un mes después, el lanzamiento del primer ser viviente, la perra Laika al espacio; y el 12 de abril de 1961 Yury Gagarin convirtiéndose en el primer ser humano en volar al cosmos marcaron éxitos sin precedentes que estimularon al Gobierno de Estados Unidos a generar un programa espacial que opacara los triunfos soviéticos. Así nació el proyecto Apolo.

Un gran desafío

No fue fácil para los científicos, ingenieros, especialistas y miles de profesionales involucrarse en cuerpo y alma a desarrollar un programa espacial que se presentaba como un sueño.

Constituyó, en la práctica, uno de los más grandes desafíos de la humanidad en una década en que aún no existía internet, teléfonos celulares, modelos matemáticos y ordenadores con las capacidades que exhiben hoy, 50 años después.

Fue una tarea titánica en la que trabajaron unidas la NASA y la empresa privada norteamericana. Cuatro años y más de 800 millones de dólares de la época se necesitaron para construir las instalaciones del programa Apolo en los Centros Espaciales Lindon B. Johnson, en Houston, Texas, y John F. Kennedy, en Florida.

Así nacieron los edificios que albergaron estaciones de monitoreo, cuidados médicos, sector de cuarentena para astronautas que regresarían de la Luna, áreas de entrenamiento, simuladores, laboratorios y el Centro de Control de Misión en Houston.
En Florida, Cabo Cañaveral, se construyó el edificio más grande del mundo para la época, llamado Vehicle Assembly Building; dos torres de lanzamientos y el gran “Crowler” o tractor oruga de dimensiones colosales que transportaría en posición vertical los gigantescos cohetes Saturno IB y Saturno V desde el edificio de ensamblaje hasta su lugar de lanzamiento.

Este último ha sido el más poderoso cohete construido hasta ahora. Con 111 metros de altura y un empuje de sus tres etapas capaces de lanzar en órbita 126 toneladas, una fuerza equivalente a levantar unas 40 camionetas doble cabina y colocarlas en órbita sobre los 400 kilómetros de la Tierra.

Los mártires

Fue, sin duda, una empresa colosal en la que trabajaron miles de hombres y mujeres con una extraordinaria motivación solo comparable a la realización de un gran sueño.

Un total – sin contar con sus back up- de 30 astronautas formaron parte de las misiones Apolo a la Luna.

La historia recordará también a tres mártires del Apolo 1, quienes el 21 de febrero de 1967, probando la primera nave fallecieron tras incendiarse la cápsula en una de las torres de lanzamiento de Cabo Cañaveral.

Virgil “Gus” Grissom, Edward White y Roger Chaffee son nombres que el pueblo de los Estados Unidos y la humanidad les rinde honores por haber ofrecido sus vidas en favor de la exploración espacial y por haber permitido en definitiva mejorar la nave espacial que transportaría con seguridad a los primeros hombres a la Luna.

36 mil personas

Desde ese día de mayo de 1961, más de 36 mil funcionarios de la Administración para la Aeronáutica y el Espacio (NASA) y unas 350 empresas subcontratistas pusieron en marcha una «maquinaria» de ingenio, esfuerzo, tecnología y trabajo que dio por resultado el diseño de uno de los cohetes más poderosos que jamás haya construido el ser humano: el Saturno V, un colosal sistema propulsor que medía 111 metros de altura, pesaba 2.700 toneladas y consumía nada menos que 15 toneladas de combustible por segundo.

En la actualidad dos de esos poderosos cohetes se encuentran en exhibición, al igual que réplicas de los módulos lunares, en los Centros Espaciales John F. Kennedy y Lindon B. Johnson, testimoniando a eruditos y visitantes la materialización de tamaño desafío.

Idear un viaje a la Luna era, en la década de los sesenta, un programa que revestía características y dimensiones épicas, sobre todo si se piensa que Armstrong, Aldrin y los diez astronautas que pisaron la Luna con posterioridad, habrían dado lo que fuera por contar con al menos un computador portátil con la capacidad y la rapidez de los que hoy usamos para apoyar cada una de las complejas maniobras de vuelo, desde el despegue desde Cabo Cañaveral, hasta el alunizaje.

Y ni hablar de las maravillas que podrían haber hecho empleando equipos de medición, análisis de muestras y laboratorio, además de las cámaras fotográficas digitales y de video con capacidades extraordinarias que hoy están a disposición de instituciones y de cualquier persona.

Las tripulaciones de las misiones Apolo probaron sistemas de «última tecnología» para la época y que luego derivaron en escáneres, compuestos especiales, sistemas de apoyo de vida, comunicaciones, computación, propulsores, alimentación, robótica y procedimientos médicos que hoy se emplean como algo habitual hasta en los más apartados lugares del planeta y de nuestro país contribuyendo a mejorar la calidad de vida de la población.

Un nuevo mundo

Hace 50 años dos astronautas marcaron el inicio de la exploración de nuevos mundos.

Neil Armstrong y Edwin “Buzz” Aldrin permanecerán en la memoria de una civilización que hoy agita esfuerzos gubernamentales y privados para salir de lo que ha sido nuestro hogar durante los últimos 125 mil años.

Sueño hecho realidad

El 20 de julio de 1969, tras casi nueve años de colosales esfuerzos desarrollando la tecnología necesaria para llevar a tres hombres a la Luna, se cumplió el sueño de hombres de ciencia, ingenieros, investigadores y miles de soñadores y amantes de la ciencia ficción que vieron coronadas sus aspiraciones cuando el «Eagle» alunizó en el Mar de la Tranquilidad, a nada menos que 380 mil kilómetros de distancia de la Tierra.

Entre los gestores de esa hazaña, considerado uno de los padres de la Astronáutica, Wernher von Braun, señaló en esos años: «Este momento es tan trascendente que es sólo comparable a la importancia del instante en que la vida acuática comenzó a arrastrarse hacia la tierra».

En el minuto en que Neil Armstrong puso su pie sobre la regolita lunar, estampando en el consciente colectivo la frase » un pequeño paso para el hombre, pero un gigantesco paso para la humanidad», comenzó a hacerse realidad el discurso y la meta propuesta por el asesinado Presidente de los Estados Unidos de América, John Fitzgerald Kennedy, el 25 de mayo de 1961.

Construyendo el futuro

El Programa Apolo motivó oportunidades para ejercitar no sólo la imaginación, sino que la visión de futuro de quienes ejercen el poder político y tienen la responsabilidad de liderar los destinos de los países.

Estimuló también a miles de profesionales de las ciencias, los servicios, el deporte, la medicina, la enseñanza y a una cantidad no despreciable de niños y adolescentes que siguieron el alunizaje por televisión despertando la curiosidad y los sueños de explorar nuevos mundos.

La sociedad del mañana se construye hoy. Esto lo asumieron, con todas sus implicancias, países como Estados Unidos, Rusia, Japón, China, India y la Comunidad Europea.

Si deseamos que nuestros jóvenes sean protagonistas -no espectadores- de los cambios en las ciencias y en nuestra sociedad, es necesario no sólo diseñar y construir políticas de Estado destinadas a proporcionar oportunidades en educación y motivación, sino que también brindar nuevos horizontes de proyección humana.

Una nueva era

Bajo la perspectiva de perfeccionar, motivar potencialidades y virtudes, con objetivos claros e irrenunciables de mejorar la calidad de vida y trabajar para proteger el medio ambiente de este diminuto mundo, la exploración espacial ofrece oportunidades insospechadas para quienes deseen canalizar sus vidas a la búsqueda de soluciones y al desarrollo de las ciencias exactas y sociales.

El programa a la Luna finalizó con la misión Apollo XVII, con los astronautas Eugen Cernan, Ronald Evans y Harrison Schmidt, este último un destacado geólogo, el primer hombre de ciencia que visitó nuestro satélite natural y quien conoce muy bien las potencialidades energéticas y en recursos minerales que allí existen.

Lo que viene

Durante los últimos 47 años la NASA, ni ningún otro país ha enviado hombres a la Luna. El 14 de enero de 2004, el Presidente, George Bush, intentando emular lo hecho por John Kennedy, en los sesenta, señaló que había llegado el tiempo para que América diera un nuevo paso en los viajes espaciales, aclarando que esta vez no sería una carrera ni una competencia.

Bush prometió regresar a la Luna en el 2020, emplazando en ella instalaciones que servirán, en el futuro, como escalas para viajes seguramente a Marte, la próxima frontera.

La idea de la NASA es establecer una colonia lunar con el propósito de vivir y trabajar en su superficie, acrecentando el tiempo de permanencia en el satélite natural.

Alunizaje en el polo sur

En marzo de 2019, Mike Pence, actual Vicepresidente de Estados Unidos, asistió a la Quinta Junta Nacional del Consejo Espacial Nacional, en Huntsville Alabama, en la que el Administrador de la NASA, Jim Bridenstine, expuso que ese organismo está empeñado en llevar nuevamente astronautas a la Luna en los próximos cinco años y hacer un alunizaje en el polo sur de la Luna en el 2024.

El personero añadió que la primera misión tripulada al satélite natural se enviará en el año 2022 en un programa bautizado como Artemis (hermana gemela de Apolo) utilizando la nueva nave espacial Orion que está siendo sometida a pruebas.

Directiva espacial

En diciembre de 2017, el Presidente Donald Trump firmó una nueva directiva espacial para la NASA con la finalidad de liderar un programa innovativo y sostenible de exploración con colaboradores comerciales internacionales que permitirán la expansión humana a través del sistema solar con la finalidad de traer a la Tierra nuevos conocimientos y oportunidades.

La campaña de exploración de la NASA tiene cinco metas estratégicas: efectuar la transición de operaciones aeroespaciales de órbita baja a operaciones comerciales de privados que apoyen a la NASA; liderar la instalación de capacidades para apoyar las operaciones en la superficie lunar y facilitar misiones más allá de la órbita lunar; fomentar el descubrimiento científico y hacer un catastro de los recursos lunares a través de una serie de misiones robóticas; llevar nuevamente astronautas estadounidenses a la Luna para una campaña sostenida de uso y exploración y demostrar capacidades humanas requeridas para misiones a Marte y otros destinos.

Una nueva frontera

A finales de 2017, la NASA difundió preliminarmente un concepto de misión para lanzar una sonda robótica interestelar con destino a Próxima B un exoplaneta que orbita la estrella enana roja Próxima Centauri para el año 2069 con ocasión del centenario del viaje a la Luna.

Cabe señalar que el planeta Próxima Centauri se encuentra a unos 4,2 millones de años luz de la Tierra, su masa es 1,27 veces la de nuestro planeta y se encuentra aproximadamente a 7 y medio millones de kilómetros de su estrella madre, en una franja de habitabilidad o de “ricitos de oro”, es decir en una franja donde puede encontrarse el agua en estado líquido, sólido o gaseoso, pues su temperatura de equilibrio se ha calculado en menos 39 grados celcius. Es el planeta extrasolar más cercano a la Tierra.

Lo señalado aquí forma parte de una visión a largo plazo que es complementada por pasos que se están dando hoy a través de programas educativos que tienen como finalidad motivar a las nuevas generaciones a explorar y encantarse con los nuevos horizontes y retos que presenta la exploración espacial.

Las metas son ambiciosas y apuntan a integrar en esta labor a miles de ingenieros y científicos especialistas en ciencias exactas y humanas, en las que también tendrán oportunidades jóvenes talentosos ávidos de enfrentar desafíos y desarrollar nuevos conocimientos para entender la naturaleza y el universo junto a la misión de perpetuar y diseminar la especie en el sistema Solar y más allá.

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